La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica crónica que afecta principalmente a la población con edades comprendidas entre los 20 y 40 años, con una mayor incidencia de casos en mujeres.
Esta enfermedad se genera en el sistema nervioso central, afectando al cerebro y la médula espinal. Al lesionarse la mielina, que es un material graso que protege y rodea las células nerviosas, afecta la forma en que los nervios conducen los impulsos eléctricos hacia y desde el cerebro. Se producen los siguientes síntomas:
Debilidad muscular.
Alteraciones de la vista.
Sensación de hormigueo, picazón, pinchazos o entumecimiento.
Problemas de memoria y pensamiento.
Problemas de coordinación y equilibrio.
Fatiga.
No se conocen las causas de esta enfermedad que tiene una mayor prevalencia entre las mujeres, incidiendo la latitud geográfica donde habiten las personas.
En este sentido, las áreas tropicales y cercadas al ecuador tienen una baja incidencia de la enfermedad. Uno de los principales factores de riesgo de la enfermedad radica en el consumo de cigarrillos, ya que las personas fumadoras tienen un peor pronóstico de evolución de la patología.
Aunque no tiene cura, no es hereditaria ni es mortal, los síntomas de la esclerosis múltiple se pueden controlar o hacer que el proceso sea más lento.
El diagnóstico de la esclerosis múltiple es determinado por una evaluación clínica al paciente, efectuada por un médico neurólogo. Se requieren estudios de resonancia magnética, así como analizar el líquido céfalo raquídeo, extraído mediante una punción lumbar.