En el mundo, 931 millones de toneladas de comida, es decir; el 17% de los alimentos acaban en la basura de familias, comercios, restaurantes y otros sectores del rubro de la alimentación.
Mientras que 811 millones de personas padecen hambre, 132 millones enfrentan inseguridad alimentaria debido a la pandemia de coronavirus. En términos económicos, la pérdida de alimentos representa una perdida de 400,000 millones de dólares.
Por si fuera poco, los alimentos que no se consumen, suponen un desperdicio de recursos como tierra, agua, energía, suelo, semillas y otros insumos utilizados para su producción.
Se estima que en el mundo 2,000 millones de personas tienen deficiencias de micronutrientes, deficiencias de vitaminas y minerales, y millones de personas padecen retraso de crecimiento y emaciación.
Para solucionar esta problemática, se deben adoptar herramientas innovadoras para reducir el desperdicio, como por ejemplo, innovar en nuevos empaquetados que permitan prolongar la vida útil de los alimentos, o aplicaciones que acerquen a los consumidores y a los productores a acortar el tiempo de cosecha y consumo de alimentos.
Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos mejoraría los sistemas agroalimentarios, ayudaría a lograr la seguridad alimentaria y a garantizar la calidad de los alimentos, lo que se reflejaría en la nutrición.