Sin su aquiescencia, aunque a menudo con el consentimiento de quienes debían velar por la integridad de su legado, en este tiempo no han dejado de publicarse libros, documentales y crónicas que han abundado en las claves de su éxito y posterior caída, pero de entre todo ello, ha habido poco que rascar en el ámbito que la encumbró: la música y su garganta privilegiada.
No ayudó que el morbo que suscitaron su adicción a las drogas y su tóxica relación con el también artista Bobby Brown rodeara igualmente las circunstancias de su fallecimiento, ahogada en la bañera de su cuarto en un hotel de Beverly Hills en la víspera de los Grammy. Según la autopsia, influyeron que hubiese tomado cocaína y sus problemas cardíacos previos.
La vida, que a veces supera en crueldad a la ficción, quiso que cuando se cumplían tres años, su única hija, Bobbi Kristina, muriera de una forma similar, ahogada tras consumir alcohol y drogas. De esa muerte fue señalado como “responsable legal” el que fuera entonces su novio, Nick Gordon, por haberle suministrado un “cóctel tóxico” y haberla abandonado en una bañera de agua fría.
Su relación había estado marcada por los abusos, igual que la relación de Brown y Houston, quien, para más inri, había acogido a este joven a los 12 años tras quedar huérfano. En enero de 2020, también fue hallado sin vida, según el informe forense, a causa de una sobredosis.
Muchas sombras y poca luz tras la que había sido una de las grandes de la canción, con 415 premios que así lo atestiguan, 8 de ellos Grammys, amén de éxitos inmortales como “I Wanna Dance With Somebody”, “Greatest Love of All”, “All The Man That I Need”, “It’s Not Right But It’s Ok” o, por supuesto, “I Will Always Love You”, cuya interpretación vocal y actoral encumbró la BSO de “The Bodyguard” (“El guardaespaldas”) como uno de los discos más vendidos de todos los tiempos.