Precisamente por ser pequeñas, las PYMES pueden tener una capacidad de adaptación a los cambios envidiable, pero también eso las hace más vulnerables. Uno de los problemas más comunes a los que se enfrentan es el de la falta de financiación. Además tienen mayores dificultades en la identificación de oportunidades internacionales y en la gestión comercial, que las empresas de mayor tamaño.
En 2020 las pequeñas y medianas empresas se han encontrado con un reto difícil de afrontar: la ralentización y en muchos casos el paro total de la actividad que se ha decretado por parte de los gobiernos de muchos países para evitar la propagación del virus COVID-19.
Esta parada de la actividad a nivel mundial ha influido directamente en los ingresos de las empresas, que en muchos casos no pueden soportar esta situación durante tantas semanas. Es un verdadero problema teniendo en cuenta que son las PYMES las que contratan a muchos trabajadores, en muchos casos, de sectores vulnerables de la sociedad.
Para que esta circunstancia no afecte de manera radical a las empresas y a la economía en general, los gobiernos y todos los actores sociales deben mantener una atmósfera propicia para que las empresas puedan recuperarse, con acceso a financiación, a información y a los mercados.