En 1936, el Zoológico de Beumaris fue testigo de la muerte de “Benjamin”, el último ejemplar de tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus) del que se tiene registro. Su deceso fue tal que marcó un antes y un después en el árbol de la vida, y tras cumplir medio siglo sin avistamientos confirmados, la especie fue considerada oficialmente extinta en 1986 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Ahora, casi un siglo después de su desaparición, la Universidad de Melbourne, en Australia, ha recibido una donación de 3.4 millones de euros para poner en marcha un ambicioso programa que tiene como objetivo principal el traer de vuelta al tigre de Tasmania.
Sin embargo, la iniciativa de nombre “Thylacinus Genetic Restorarion Research” (TIGRR) no sólo pretender regresar de la extinción a este emblemático animal, pues también quiere aumentar el conocimiento de las técnicas genéticas necesarias para asegurar la conservación de los marsupiales contemporáneos.
Cabe recordar que el primer paso para darle nuevamente vida a un tigre de Tasmania ocurrió en 2017, cuando un equipo de la misma institución secuenció, parcialmente, el genoma de la especie a partir de los restos de un ejemplar joven propiedad del Museum Victoria.
Dicho esfuerzo funcionó para que los científicos tengan una idea básica de cómo “crear” un ejemplar de la especie; sin embargo, todavía hacen falta fragmentos clave para que la propuesta avance.
Hoy en día, el grupo de expertos a cargo de TIGRR ya están trabajando en la secuenciación de algunas de las especies más cercanas al tigre de Tasmania, como el dunnart, el demonio de Tasmania y el numbat, con el que, precisamente, comparte hasta un 95% de ADN.