A pesar de su pequeño tamaño, 1.4 milímetros de largo y hasta 1.3 milímetros de ancho, la semilla de amaranto contiene más proteína que el maíz, trigo y arroz. Aporta 4 por ciento más, ya que su rango va del 14 al 18 por ciento y los otros granos del 10 al 15 por ciento. También es rico en lisina, cinco gramos por cada 100 gramos, uno de los nueve aminoácidos esenciales para el ser humano, el cual carece la mayoría de los granos.
María Elena Ramos Cassellis, investigadora de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) de la BUAP, detalló que además posee 14.5 por ciento de fibra por cada 100 gramos; mientras una barra comercial tiene entre 2.5 y 3.5 gramos de este nutriente. Igualmente es rico en ácidos grasos, como el oleico y linoleico, así como en un aceite llamado escualeno, el cual tiene propiedades regenerativas en la piel y es precursor de colesterol bueno. “Su cantidad de aceite es del 10 por ciento y dentro de este porcentaje se encontró que tiene aproximadamente 2 por ciento en escualeno”.
Asimismo, la académica realizó un análisis de índice glucémico para comprobar si el almidón de este grano aumenta los niveles de glucosa en sangre. “De almidones reventados y procesados de la zona de Tochimilco y Tehuacán, se obtuvo una predicción de índice glucémico bajo: 38.53 por ciento para el grano normal y de 23.98 por ciento para el grano reventado, por lo que este podría utilizarse para elaborar harina”. Por sus notables cualidades alimenticias, el amaranto es uno de los alimentos más completos.
Estos resultados derivan de la investigación “Sistema de producción de amaranto: estudio nutricional y funcional de la semilla y prácticas culturales de la región de Puebla”, iniciada en 2019 y realizada por el Cuerpo Académico 165 “Desarrollo Sustentable” de la BUAP, integrado por los doctores Sonia Emilia Silva Gómez, J. Santos Hernández Zepeda y Manuel Huerta Lara, del Instituto de Ciencias; así como por María Elena Ramos Cassellis de la FIQ.
Otro de los trabajos desarrollados como parte de esta investigación es la elaboración de una tortilla enriquecida con amaranto y chía, en colaboración con la maestra Madai Sánchez Arzubide de la FIQ. “La tortilla normal es una buena fuente de proteína, pero al adicionarle una proporción de amaranto y harina de chía se enriqueció al doble. Llegamos a tener por cada 100 gramos de tortilla, 32.77 gramos de proteína”, explicó la doctora María Elena Ramos Cassellis, nivel I del Sistema Nacional de Investigadores.
Para dar valor agregado a los residuos, en una tesis de maestría se analizará en qué etapa la hoja desperdiciada de la planta de amaranto tiene mayor cantidad de compuestos antioxidantes, para adicionar este subproducto a la tortilla e incrementar su valor nutricional.
Saberes campesinos en su cultivo
A nivel nacional, el estado de Puebla encabeza la producción de amaranto, principalmente el municipio de Tochimilco que comenzó a cultivarlo hace 40 años. En San Francisco Huilango, junta auxiliar de esta alcaldía ubicada a las faldas del volcán Popocatépetl, los integrantes del Cuerpo Académico “Desarrollo Sustentable” de la BUAP indagaron en las prácticas empleadas por los productores para la siembra y producción de esta semilla.
En este trabajo liderado por la doctora Sonia Emilia Silva Gómez se encontraron cuatro tipos de saberes: salvaguardados, híbridos, sustituidos y emergentes. El primero está cimentado en el trabajo y aprendizaje ancestral, con un manejo equilibrado de la semilla arraigado en la dependencia ambiental, bajo la dicotomía frío-caliente y seco-húmedo.
Los saberes híbridos (mezclados) combinan el conocimiento ancestral y el moderno, con la utilización de abonos orgánicos y algunas herramientas. Los sustituidos son hacia lo urgente y utilitario, como el desqueje de la planta para permitirle crecer. Por último, los saberes emergentes representan nuevas prácticas, por ejemplo, uso de maquinaria y plaguicidas, así como intercalar árboles frutales.
También se observó que las mujeres son las encargadas de la selección y resguardo de la semilla para distintos fines, como fiestas y ceremonias. Este grano es parte importante de su alimentación, se incluye en sopas, atole, tamales y tortillas. Sin embargo, no existe una explotación a gran escala de este alimento como tal.
Por ello, los investigadores de la BUAP coincidieron en la necesidad de incidir de forma segura y frecuente con una estrategia participativa, así como en la preservación de una dieta alimenticia integral, en la que se incluya al amaranto, para las poblaciones de esta región. “Nuestro trabajo consiste en saber las características que tiene el amaranto para promover su consumo e incluirlo como un producto básico de la alimentación”, puntualizó María Elena Ramos Cassellis, doctora en Ciencias de la Biotecnología, por el Instituto Politécnico Nacional.