Junto a Doña Tota y Don Diego, sus padres y mayor motivación para convertirse en una luminaria del futbol argentino y mundial, los restos mortales del campeón del mundo en México 86 descansaron en campo santo. La noche ya caía en Buenos Aires, con el final de una ceremonia religiosa íntima, con cerca de 30 personas, con su familia más cercana y autoridades.
Apenas 30 horas después de su muerte por una insuficiencia cardiaca, Maradona fue enterrado tras una despedida que se desbordó por completo. El gobierno ofreció su Casa Rosada para un velatorio que comenzó sin incidentes, pero que terminó en un caos, batallas en las calles y asalto a esa sede central. El féretro tuvo que ser cambiado de sitio y el homenaje suspendido.
Por momentos se decidió que darían tres horas más al velatorio, hasta las 19 horas, pero la creciente situación de caos en las calles y a las puertas de la sede del gobierno obligó a las autoridades a cerrar la Casa Rosada, con gente colándose por las ventanas y otras puertas, y suspender el velatorio. Mientras los enfrentamientos en la calle seguían, se trazó el plan de traslado del féretro al cementerio Jardín de Bella Vista.
El despliegue policial alrededor del cementerio permitió un final tranquilo después un día de locura que coqueteó con alguna desgracia por una organización desbordada, con el agravante de la pandemia de coronavirus.
Maradona descansa en paz ya junto a sus padres, por los que peleó para darles una vida mejor hasta convertirse en mito de Argentina y del futbol mundial.