Gracias a su clima húmedo, la región de Teziutlán se caracteriza por la fertilidad de sus campos y la variedad en cultivos; sin embargo, también un porcentaje importante de su población se dedica al comercio y la cría de animales. Por ello, la Facultad de Ingeniería Agrohidráulica de la BUAP, la cual cumple 33 años de formar a estudiantes, trabaja de manera constante en el Campo Experimental Ocota, un espacio donde se vincula la investigación y el compromiso social.
Ubicado en el municipio de Tlatlauquitepec, este campo es parte de la BUAP desde hace dos décadas, pero opera en los últimos 4 años –a iniciativa del doctor Armando Ibáñez Martínez, director de la citada unidad académica–, como un proyecto que complementa los programas de Agrohidráulica y Agronomía Zootecnista, con la investigación y práctica en la mejora genética, a través de la crianza cunícola, de aves y ovinos.
En esta región existen unidades de producción familiar que se dedican a la cría de estos animales, lo que les permite obtener ingresos económicos para el sustento de sus familias, de ahí la factibilidad de este proyecto, porque se busca vender animales genéticamente mejorados y así favorecer las unidades de producción y venta de la población dedicada a esta actividad, explicó el doctor Numa Pompilio Castro González, secretario académico de la Facultad de Ingeniería Agrohidráulica.
Parte del trabajo implica prácticas de los estudiantes en áreas de zootecnia, medicina animal preventiva y en sistemas de producción de bovinos o pequeños rumiantes, lo que también genera investigación y tesis sobre nuevos productos que se incluyen en las dietas de los animales para mejorar la ganancia de peso, bajar costos de producción, mejorar la calidad de la carne, así como el aprovechamiento de los recursos naturales de la región.
“Los estudiantes de Ingeniería Agronómica y Zootecnia realizan prácticas de forma directa con los animales, pero también hay investigación sobre reproducción, donde se prueban nuevos métodos de sincronización de periodos de celo para aprovechar al máximo la genética de los sementales que hay en el Campo Experimental Ocota”, externó.
Para desarrollar este trabajo, se instalaron en tres módulos: uno avícola, con más de 250 gallinas de postura; otro cunícola, con 70 conejos hembras; y un tercero para ovinos, con 80 animales de pie de cría de las razas Katahdin y Dorper. Adicionalmente, se cuenta ahí mismo con 3.5 hectáreas de plantación para diferentes clases de forrajes, que son utilizados de manera directa, o tras un proceso de secado, para alimento de los animales.
“Uno de los objetivos primordiales es llegar en un plazo de 4 a 5 años a una obtención de 300 a 400 hembras de las dos razas –Katahdin y Dorper–, para comercializar el pie de cría en la región y hacer que las unidades de los pequeños productores tengan animales de excelente genética para vender mejor sus productos y mejorar su economía”.
El académico mencionó que uno de los principales problemas que enfrentan estos productores es la venta al mercado, porque sus ganancias se ven disminuidas. No obstante, las razas que ofrece la facultad son muy resistentes y pueden criarse en diferentes condiciones, desde a nivel del mar hasta 3 mil metros de altura, porque entre mejor sea la genética, más fino y puro será el animal y la calidad de la carne, la ganancia de peso diario y el costo de producción se reflejarán en beneficios para el productor.
Por otra parte, el aprovechamiento de todos los recursos en este centro experimental es importante, de ahí que las excretas que se generan diariamente, unos 350 kilos, son empleadas para la producción de lombricomposta y lixiviado, fertilizantes orgánicos que representan una alternativa más económica y sustentable para los productores de árboles.