Hay seis detenidos y el centro cerró en diciembre.
“Varios testimonios coinciden. Primero, la monja Kumiko Kosaka golpeaba a los menores para probarlos. Los que se resistían, se salvaban. Los que eran sumisos terminaban siendo abusados”, explicó el abogado que representa a diversas víctimas. Sergio Salinas.
Las vejaciones en contra de los pequeños se producían casi siempre en un altillo, en una sala a la que llamaban “la casita de Dios”.
Con información y fotografía de El País